lunes, abril 10, 2006

Un día, en un restaurante, fuera del espacio y del tiempo,
Me sirvieron el amor como las tripas frías.
Dije delicadamente al cocinero
Que las prefería calientes,
Que las tripas (y eran a la manera de Oporto) nunca se comen frías.
Se impacientaron conmigo.
Nunca se puede tener razón, ni en un restaurante.
No comí, no pedí otra cosa, pagué la cuenta,
Y vine a pasear por toda la calle.

¿Quién sabe lo que esto quiere decir?
Yo no sé, y fue conmigo...

(Sé muy bien que en la infancia de toda la gente hubo un jardín,
Particular o público, o del vecino.
Se muy bien que nuestro juego era su dueño.
Y que la tristeza es de hoy).

Sé eso muchas veces,
Pero, si yo pedí amor, ¿porqué me trajeron
Tripas a la manera de Oporto frías?
No es platillo que pueda comerse frío,
Pero me lo trajeron frío.
No me quejé, pero estaba frío,
Nunca puede comerse frío, pero vino frío.