lunes, enero 16, 2006


Celeste Hija de la Tierra:

No es lo mismo estar solo que estar solo
en una habitación de la que acabas de salir
como el tiempo: pausada, fugaz, continuamente
en busca de mi ausencia, porque entonces
empiezo a comprender que soy un muerto
y es la palabra, espejo del silencio
y la noche, fruto del día, su adorable secreto
revelado por fin.

Tendría que empezar a ser de nuevo
para aceptar el mundo como si no fuese
solamente lo único que conservo de tí,
tendría que olvidarme
como se olvida lo más negro de un sueño,
soplar en mi conciencia hasta apagar mi imagen,
cerrar los ojos frente a los espejos,
deshacerme y hacerme, soñar siempre con otro,
morirme de mí mismo para no recordarte a cada instante
como el ciego recuerda la luz y el condenado a muerte
la vida, toda ella, en un abrir y cerrar de ojos,
porque estás más adentro de mí que yo mismo
o existo porque existes
o yo no sé quién soy desde que sé quien eres.

No es lo mismo estar solo que estar sin tí, conmigo
con lo que permanece de mí si tú me dejas:
alguien, no, quizás algo: el aspecto de un hombre, su retrato
que el viento de otro mundo dispersa
en el espacio lleno de tu fantasma desgarrador y dulce.

Monstruo mío, amor mío, dondequiera que estés,
Con quienquiera que yazgas
abre por un instante los ojos en mi nombre e,
iluminada por tu despertar, dime, como si yo fuese la noche,
qué debo hacer para volver a odiarte,
para no amar el odio que te tengo.