sábado, septiembre 10, 2005

La besó muchas veces esperando una respuesta que no
logró. Después usó cientos de palabras, ya hermosas, ya
desgarradas, invocando un amor sublime, mas nada consiguió
tampoco. Por fin, la miró con enorme ternura, pero ella continuó
ignorando todas sus artes. Derrotado, el conquistador se fue triste. Y
cuando ya había comenzado a olvidarla, pero aún la frustración le
dolía, descubrió que lo que de verdad había amado en ella era su
silencio, y eso lo había obtenido. Dio así por bien empleada la
aventura y la olvidó del todo.