martes, noviembre 09, 2004

Tú tranquila. No tenemos prisa. ¿Quién nos espera? ¿Qué puede fallar? No corras. No tengas miedo. ¿Acaso hay alguien que te quiere asustar? No temas.

Son sólo sombras. La penumbra oscura de unos rostros grises. Unos cuerpos mustios descoloridos por el paso del tiempo. Tu recuerdo. Viven en tu recuerdo y transitan en él sin ser reconocidos. Son sólo flashes. Puntos de luz que violan tu pasado.¿Creías haber olvidado? Pues aquí están ellos, forzándote a remover los olores de tu memoria. De tu pasado.

Risas. Lágrimas. Silencios. Primaveras. Juegos. Más silencios. Besos. Muchos besos. Y más risas. Y más lágrimas. Y una palabra especial. Aquella que sólo tú y la otra persona reconocéis como única. Tu palabra. Y su palabra. Pero ésta, junto con las gotas saladas y las risas inocentes, se fue. Se diluyó. Se escapó y se transformó en burbujitas que ahora anidan en tu cabeza. Flotan en ella como las barcas que surcan en alta mar. Por la noche. Con la luz del faro y de la luna. Dos puntos de luz en el negro horizonte. Como tú y como… Los dos.

Pero eso ya es pasado. Ya es recuerdo. Ya es memoria. Pero eso ya es nostalgia de un cuerpo. Palpable. Nostalgia de otro tiempo. Lo tocabas. Y lo abrazabas. Y lo besabas en la frente en nombre de la ternura. La sensibilidad en un juego de manos. Pero ahora esa dulzura voló en un golpe de furia y tus dedos no tienen con quien luchar. Combate abandonado. Perdido. Muerto. E irresucitable.

Pero no temas. ¿Acaso yo no tengo miedos? Miremos, lado a lado, a los ojos del león. Y preguntémosle si en algún momento de su existencia él ha oído el miedo silbando dentro de su fatigado corazón. Nos dirá que sí, con la cabeza baja, intentando ocultar con vergüenza unos ojos brillantes. Chispeantes. Salpicando en la hierba estrellas doradas.

Porque todos tememos lo desconocido, pero nos asusta con mayor fuerza el aullido de las voces que un día fueron. Que un día nos hablaron. Las voces que nos confesaron que nos querían, que éramos especiales y que nada iba a cambiar. ¿Nada? La nada no existe y como tal siempre hay algo que se modifica. Que se transforma. Que cambia. En Todo. Nada es para Siempre. Como tampoco lo es el maullido del gato que te despierta temblorosa en las noches de abril.

Habita siempre el componente pasajero en todo lo que nos rodea. El vuelo de un pájaro es fugaz, pero también lo son las personas que nos rodean. Que te rodean. Y las relaciones que mantienes con ellas. Nada es eterno. No existe el “para siempre”. El olvido come del fruto de nuestras vidas y se alimenta de ellas como ágil depredador en busca de sueños.

Pero, ante todo, aún sabiendo que la luna tiene miedo de los pequeños cometas, no temas. Y no corras. La vida es demasiado corta como para que te escapes de ella. Las dos corriendo con el viento en contra… Detente. Nadie te persigue. Las sombras no pueden alcanzarte. Demasiado débiles para la fuerza de tus ojos. Demasiado vulgares para la pureza de tu corazón. ¡No llores! Las lágrimas no te van a salvar. No pueden derrotar los muros que te impiden ver la luz.

Sumérgete en tu imaginación y no dejes que el pasado te hunda. Ponte el vestido blanco y sal a la calle con los zapatos de charol. Y que el velo semitransparente que sujeta tu corona de princesa envuelva con suavidad las sombras del ayer.

For Anna